martes, 15 de enero de 2013

La Diosa como señora de los animales en la plástica ibérica

En esta entrada del blog adjunto parte del trabajo "Dioses y caballos en la Iberia prerromana"escrito por García-Gelabert Pérez y Blázquez Martinéz (2006), ya que, me parece que este magnífico trabajo está muy relacionado con el Museo de El Cigarralejo y sobre todo con el carácter que la mayoría de los investigadores ha querido ver en el templo anexo al yacimiento como consagrado a una deidad femenina protectora de los caballos basándose en la gran cantidad de exvotos con forma de equino.

Pintura vascular

En la pintura es visible el principio femenino en íntima unión con la divinidad primigenia, la Gran Diosa neolítica (Kuhahn, 1962, 80). 
Cerámica ibérica de Alcudia, diosa de los caballos.
 las vasijas encuadradas dentro del estilo simbólico (Elche-Archena), fechadas desde el último cuarto del siglo III hasta la mitad del siglo I a.C. (Menéndez, 1988, 413), y que se distribuyen especialmente en Contestania meridional y parte de Bastetania, han proporcionado, repetidamente, deidades con alas o sin ellas, algunas (no aladas) en cierto movimiento, con extraordinaria energía vital, y vestidos de calidad. Se figuran en solitario , con animales diversos, ciertas entre caballos, y con un nutrido repertorio de signos, acaso la mayoría símbolos asimilados también a la diosa cartaginesa Tanit; otros pudieran parecer sencillos elementos decorativos, mas ha de tenerse bien presente que en la cerámica de Elche-Archena ningún rasgo gráfico debió ser superfluo.  Una de las representaciones más sugerente de la Señora de los Caballos es la efigie de cuerpo acampanado, vestida con túnica de manga corta, colocada de frente, alas extendidas y dominando, estática, sujetando de las bridas, a dos caballos rampantes, parece que provistos de alas. Se representó sobre una tinaja de La Alcudia (Elche) (Pericot, 1979, 87, Fig. 109. Blázquez, 1983, 181-184, Fig. 102. Maestro, 1989. Ramos, 1991). ¿Se trata de una diosa menor valedora concreta de tales cuadrúpedos?, reiteramos que más verosímilmente es la imagende una atribución determinada de la Diosa Madre: como Señora de los Caballos. Ahora bien, hemos de hacer una precisión, por la simplicidad del dibujo no hay definición de sexo y no hay adornos de joyas, éstas suelen hallarse habitualmente en las figuraciones de diosas o personajes relevantes femeninos como símbolo de dignidad y poder. Así pues, de la misma manera que aludimos a que es la personificación de una diosa pudiera serlo de un dios, en igual línea se define C. Aranegui (1998, 250), más de lo que no puede dudarse es de que se trata de una divinidad y está asociada a los équidos. Exacta divinidad, alada o no, en algunos casos claramente de carácter femenino, sin caballos, es representada en otras vasijas de La Alcudia, rodeada de aves, conejos, peces, motivos vegetales como hojas de hiedra, flores, rosetas, algunas de estas con alas (símbolo astral de perduración hasta nuestros día, ahora sin un contenido claro, aunque aún en aldeas del norte es colocado (incisión, relieve, talla) con una cierta función instintiva protectora, eco de las creencias de los ancestros originarios, en las puertas de lugares como los hórreos, las paneras, en los aleros de los tejados de las casas, en los arcones donde se guarda parte de la comida) (Pericot, 1979, 73, Fig. 94;91, Fig. 115; 114, Fig. 150; 118, Fig. 154. Blázquez, 1983, Lám. 111). Toda esta simbología, ya lo indicamos, constituye también parte del cortejo de Tanit. En cuanto a la precisa imagen, en cuanto a la expresión pictórica de la Diosa, subrayamos que hay dos aspectos: uno el sentido religioso natural aportado por cada religión, en este caso por la de los iberos, que estaría reflejando acaso a la propia Diosa Madre de la Fecundidad, para nuestro estudio guardadora de los caballos. Otro es el iconográfico material, que pudo ser creación propia,– no creemos–, o tomado, y de hecho debió ser así, de la iconografía de Tanit, en su atribución de Diosa de la Fecundidad. Pero enfatizamos en este segundo aspecto, exclusivamente el iconográfico material (Marín Ceballos, 1987, passim. González Alcalde, 1997, 334-339). Virgilio (Aen. CCCCXLII) pone en relación a Tanit (dejamos de lado la controversia Astarté/Tanit ¿una o dos diosas?) con una cabeza de caballo; y en la imaginería cartaginesa Tanit como Diosa de la Fecundidad se halla, entre otras especies, vinculada a los caballos. La específica iconografía material de la Diosa Madre Tanit, como Señora de los Caballos, adaptada a la diosa ibera de similares atribuciones, es muy aceptable pues, teniendo presente, igualmente, el profundo enraizamiento de las tradiciones cartaginesas entre las tribus mediterráneas hispanas del este y sudeste y el culto a Tanit en Ibiza, isla netamente en cuanto a su poblamiento foráneo.Pero la iconografía que se contempla enla pintura de Elche-Archena, aceptando que en última instancia procede de la de Tanit, que puede aparecer con alas, como las diosas Anat de Ugarit, Isthar de Mesopotamia, Isis de Egipto, quizás no fue autóctona de Cartago y arribó a la ciudad africana por vías sinuosas, con múltiples ramificaciones y bifurcaciones. Son caminos difíciles de rastrear, caminos con innumerables obstáculos por la carencia, no absoluta, de apoyo. Y no obstante, diversos colegas han establecido ciertos puentes desde la Península Ibérica hacia otras civilizaciones occidentales y próximo orientales o viceversa; entre la numerosa bibliografía existente remitimos a los trabajos de M.E. Aubet (1976), M.C. Marín Ceballos (1987), M. Menéndez (1988), J. González Alcalde (1997). Véase un desarrollo pictórico que en cuanto a iconografía y estilo recuerda a las figuras de carácter femenino de la pintura vascular de Elche-Archena: se encuentra en un ánfora de Beocia, concretamente de Tebas, datada alrededor del año 680 a.C. En ella es representada una diosa no alada (aceptando que las figuras de Elche-Archena son diosas). Es una efigie frontal con unos brazos largos ondulantes que parecen acoger a dos lobos con las fauces abiertas, a ¿la cabeza de un caballo?, a aves y a peces que la circundan; signos astrales de difícil interpretación se hallan aquí y allá, sin un orden claro (Fig. 12). Sería, por tanto, la expresión plástica de una diosa de la fecundidad, de una diosa de la vida, pero ¿cuál?, ¿Artemis, Afrodita, Deméter, Perséfone?, todas ellas enlazadas de alguna forma con el primigenio mito oriental de la Gran Madre, con los más remotos ciclos de la Madre Naturaleza: nacimiento, vida, muerte, resurrección, subyacentes en la raíz de las religiones, y su entronque en el ideario humano con los ritmos de vida, muerte, esperanza inmortalidad. Sobre su posible influencia en la plástica de Elche-Archena no nos decantamos en este estudio, salvo plantear la diferencia cronológica existente entre unos y otros productos, vaso de Tebas, 680 a.C., estilo Elche-Archena, último cuarto del siglo III hasta la mitad del siglo I a.C. Pero sí consideramos interesante resaltar aquí, porque vienen al caso respecto a la similitud entre las pinturas de Tebas y Elche, las opiniones de M.E. Aubet (1976, 64, 78-79) y M.C. Marín Ceballos (1987, 52), y las transmitimos recogidas por J. González Alcalde (1997, 333): ”Durante el siglo IV a.C. la influencia griega en todo el Mediterráneo fue enorme. Deméter y Coré llegaron a Cartago desde Sicilia donde, a su vez, hubo un culto preexistente a una divinidad de características semejantes. Habría una influencia de estas en las representaciones de Tanit como la había de Isis, pero no un sincretismo entre Tanit, Isis y Deméter y Coré, sino la adopción de determinadas formas de los sistemas de representación egipcio y griego”. En un vaso ático del siglo VI a.C. Atenea aparece modelando un caballo (Yalouris, 1950), lo cual podría estar significando que es hacedora de estos animales. Y quizá la Diosa Virgen, aún siéndolo, fue considerada, en alguna época remota, responsable de la vida de sus atenienses y de los animales y vegetales de los mismos, y desde luego su radio de acción debió estar siempre limitado al Ática. Pero parece ser un aspecto aislado de la hija de Zeus, y no ha lugar a integrar a la dicha en la serie de diosas plenamente relacionadas con la fecundidad y protectoras de los caballos.

Bronces diversos

Bocado de caballo de Sevilla, diosa madre.
Una imagen femenina representa a la diosa fenicia Astarté, la Gran Dama del Cielo, aseguramos que lo es por sus atributos. Fue hallada en Castulo, en tres bronces. Está creada con el peinado de Hathor y orejas de vaca. Cubre la cabeza un lirio egipcio. Viste túnica de manga corta, ajustada al cuerpo, con la falda adornada con cenefas verticales de finas aspas. Sostiene sobre el pecho una flor. Un fragmento de bronce, asociado a Astarté, era parte del cuerpo de un caballo. La cronología debe situarse en torno al siglo VI a.C. Se trata de piezas importadas fenicias, que formaban parte de uno o dos trípodes con sus correspondientes calderos adornados con figuras de Astarté y caballos. Ahora bien, tomó por parte de los castulonenses que adquirieron tales objetos rituales, el carácter de su propia Diosa fundamental, en su acepción de Señora de los Animales como Señora de los Caballos, cuya designación no conocemos. Y recalcamos categóricamente el aserto anterior con respecto a que en Castulo Astarté encarna a la Diosa autóctona, porque es impensable que los castulonenses, igual que cualquier otros hispanos, adoraran a una diosa foránea como Astarté, por mucho fervor que tuvieran por ella sus devotos fenicios que la crearon, y con los que los grupos humanos meridionales hispanos llegaron a tener un estrecho contacto. La vinculación de la diosa fenicia Astarté con los équidos juzgamos es bastante evidente, igual que su conexión con las serpientes, con las aves, con todos los animales en fin, en su aspecto de Diosa de la Fecundidad o Señora de los Animales, que es aproximadamente equivalente. Véase como un texto de Ugarit menciona los caballos de Astarté (TU-00-1.86, 6), y a caballo, entronizada, es representada la diosa fenicia en una terracota de Chipre, que estudió V. Karageorghis (1997, 195-206, passim). Por tales razones y por otras varias, recogidas en los textos, los pueblos indígenas del litoral mediterráneo o totalizando, todos aquellos que tuvieron tratos comerciales con los fenicios y después con los cartagineses, no es insólito que asimilaran como imágenes físicas de la Diosa Madre hispana, que al fin y al cabo con distintos nombres viene a ser la Diosa venerada por todos los hombres, a las esculturillas de las diosas honradas por aquellos colonos y/o mercaderes, Astarté, Tanit. Aquellas figurillas que se hallaban en gran parte en poder de las clases privilegiadas hispanas entre las que podían encontrarse hombres sagrados, y que fueron conseguidas mediante dones o mediante tratos comerciales, en principio con los fenicios, más tarde con los cartagineses. La manifestación tangible de una divinidad protectora de los équidos igualmente enriquece arneses de caballos, lo que viene en cierto sentido a probar su identificación con el bienestar de los mismos, aunque no estén representados físicamente. Es el caso de la efigie de una diosa en algunos bocados, cuyo significado pudiera ser profiláctico, como el comprado en un rastro de Sevilla, de claro origen oriental, que representa a Astarté en un busto femenino vestido, collar inciso de flores de loto sobre el pecho y los brazos desnudos extendidos; a ambos lados dos prótomos de pato unidos por el centro; a pesar de hallarse fuera de contexto podría fecharse en torno al siglo VI a.C.; indicamos lo especificado para la Astarté de Castulo, bajo la figurilla importada de la Diosa fenicia se halla la Diosa indígena. También el de la cama de un bocado del yacimiento de Cancho Roano, del primer cuarto del siglo IV a.C. o antes, pues J. Maluquer (1981, 276-277, 331-333) sitúa el final del yacimiento alrededor del año 370 a.C. En él se representan dos prótomos de caballo con las cabezas hacia el exterior y un personaje bifronte en el centro; este bocado coincide con el de Sevilla en cuanto a poder protector para los caballos, y ratificaría la existencia de una deidad afín a tal cabaña en poblaciones nativas, en este caso las de los túrdulos. Sus descubridores no aseguran el género de la figura antropomorfa (Maluquer, Aubet, 1980, 325, Fig. 37), nos atenemos a esta duda razonable, por una parte considerando que el objeto está muy deteriorado, y por otra que la figura tiende a ser asexuada. De una forma u otra, sea del sexo que fuere, de lo que no cabe duda es de que se trata de un ente divino entre tales cuadrúpedos, el mismo atestiguado en los relieves sobre piedra en los que se figura una efigie, bifronte o no, entre caballos (vid. infra). Del mismo modo, la Diosa de los Animales, de los Caballos, se ha hallado en joyas, siempre éstas símbolo de poder. Una es la conservada en el Museo Provincial de Jaén, que según uno de nosotros (Blázquez, 1997, 89, Tav. XV, 2) debe formar parte de una fíbula, datada entre los siglos III-II a.C. Representa una dama entre prótomos de caballo vestida con traje ceñido y las manos apoyadas en las caderas (Fig. 16). La figura no muestra con claridad su carácter femenino, pero los collares parecen confirmar tal género. La Diosa vuelve a estar presente en otras fíbulas, como las halladas en el asentamiento de La Muela de Taracena (Guadalajara), en tierras de Celtiberia; Cañete de las Torres (Córdoba); Los Villares de Caudete de las Fuentes. En todas ellas en el arco se representa una escena de caza (jinete, perros, jabalí) y un ser femenino entre dos prótomos de caballo (Marín Ceballos, Padilla, 1997, 469).



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